Nació en Montería el 22 de marzo de 1935 en el hogar conformado por Santiago de Jesús Begambre Casarrubia y Temilda Rafaela Del Castillo Gulfo, fue la cuarta entre 12 hermanos. Durante su niñez se destacó entre su familia, amigos y compañeras del colegio como una niña responsable, puntual, pulcra, inteligente, piadosa, obediente y sincera. Dentro de las anécdotas más significativas acerca de su honestidad, una de sus mejores amigas, Fernanda Ruiz, comenta que un día se les olvidó pagar el pasaje del bus y al bajarse se dieron cuenta, de manera que Rafaela al día siguiente esperó al conductor para cancelarle el valor de los pasajes. Su uniforme y forma de sentar eran impecables. Las monjas siempre le pedían su colaboración en distintas actividades y nunca le incomodó ayudarlas porque su madre le enseñó que al servir el primer beneficiado es quien sirve. Su hermana Emerita la recuerda y describe como: "una joven seria y recatada, muy estudiosa e inteligente, muy recta con sus principios, no se podía decir nada vulgar en su presencia porque se molestaba y reprendía. Siendo la mayor de las hermanas mujeres era bastante líder en la casa, pero a la vez era muy obediente con las decisiones de los padres, hasta el punto de que desistió de irse de religiosa porque Papá se lo prohibió expresamente".
Realizó sus estudios de primaria y bachillerato en el Colegio de La Sagrada Familia de Montería (1945-1957). Fue condecorada como ALUMNA EXCELENTE en el año 1953, cuando cursaba 3° de bachillerato con el mayor número de medallas obtenidas por un estudiante en toda la historia del colegio, 75 en total. Así mismo fue elegida MEJOR ALUMNA del colegio en el 1954, año consagrado a nuestra Reina Inmaculada, su advocación predilecta. Obtuvo siempre los primeros puestos y el honor de izar la bandera en la gran mayoría de actos cívicos que destacaban la labor de los excelentes estudiantes. En 1957 recibe el grado de bachiller, al igual que otras 6 mujeres destacándose como ALUMNA EXCELENTE de su promoción.
Con relación a su vida como estudiante, una de sus amigas, Trinidad Abigail Ruiz, quien estudió siempre en un grado superior al de Rafaela nos comenta: "una de las cosas que más tengo presente de Rafaela es que cuando nos reunía la Hermana Esperanza Vélez Ochoa -Rectora del colegio en ese tiempo, a quien recuerdo como una mujer muy inteligente que se graduó en Roma con tesis laureada- decía que existían dos cosas completamente blancas y puras en este mundo, una era la paloma del Espíritu Santo y la otra, el alma de Rafaela". Todo esto lo hacía para resaltar cualidades de Rafaela como joven mujer.
En el año de 1958 por decreto No 00097 de febrero fue nombrada como seccional de la Escuela Urbana de Niñas Santa María Goretty. En el año de 1959, junto con sus dos mejores amigas del colegio, Fernanda Ruiz y Amanda Guerra, se fue a realizar el curso Intensivo para formación de Maestros en la ciudad de Bogotá, en donde obtuvo el título de Institutora de Grado Superior el 29 de Febrero 1960. Entre sus docentes se encontraban: El profesor Norberto Solano Lozano, Beatriz Segura Castro, Florentino Cortés, entre otros. Durante este tiempo de preparación vivió en las Residencias Femeninas del Ministerio de educación Sendas ubicadas en la Cra 7 con calle 7 y construidas durante el gobierno del Dr. Rojas Pinilla para aquellos estudiantes que vinieran de las distintas provincias del país.
En 1960, por decreto 000203 de febrero 19, es posesionada el día 5 de marzo como seccional de la Escuela Urbana 1 de Niñas de la Inmaculada de Montería.
El 1° de febrero de 1961, a sus 24 años fue nombrada Directora de la Escuela Urbana Anexa Isabel La Católica de Montería como si el destino le vaticinara su función por el resto de su vida. Su capacidad de liderazgo no se hizo esperar, durante los dos años que prestó el servicio como directora de la Escuela, se destacó por su cercanía con los padres de familia y estudiantes. Las condiciones en las que se encontraba la escuela eran precarias y para darle un nuevo aire, Rafaela, Fernanda y Amanda, se desempeñaron también como maestras consejeras y empezaron a visitar a sus vecinos con el fin de motivar a los niños y jóvenes del sector a que ingresaran a estudiar. Rafaela direccionó durante dos años el trabajo en la primera escuela anexa de la normal superior del municipio de Montería.
A finales de 1962 Rafaela se presenta en la Universidad Pedagógica de Colombia obteniendo el mayor puntaje en el examen de admisión. Por primera vez una estudiante del Departamento alcanza este logro, razón por la cual fue felicitada de manera especial por los senadores cordobeses de aquel entonces y le ofrecen nombrarla Maestra en comisión desde el 1° de marzo de 1963 hasta el 30 de diciembre de 1966, tiempo durante el cual se prepara para ser profesional.
En 1963 inicia sus estudios a nivel profesional. El 15 de diciembre del mismo año contrae matrimonio con el Profesor José Arcelio Garcés Mestra. Los dos coinciden con el mismo proyecto de vida, fundar una Institución educativa donde los niños y jóvenes del Departamento se pudieran preparar con el fin de potencializar la capacidad de trabajo y los recursos naturales de la región para el servicio del hombre y en consecuencia la nación.
El 1° de diciembre de 1966 recibió el Título de Licenciada en Ciencias de la Educación. Especialidad: Psicología y Ciencias de la Educación, otorgado por la Universidad Pedagógica Nacional de la ciudad de Bogotá. Una vez más Rafaela se destaca en la Universidad como una excelente estudiante.
Acerca de su vida universitaria, su compañera Helena Casas nos refiere: "Rafaela fue una persona correcta, sincera, servicial y muy disciplinada; estudiaba con Alicita Flórez y Rosa Helena Amaya. Tenían el mismo perfil y una meta muy clara: estudiar y hacerlo de la mejor forma para lo cual evitaban distractores. Siempre estaban en función de investigar en distintas fuentes, intercambiar conceptos con las compañeras y revisar conclusiones para merecer elogios en las valoraciones de los trabajos o mejor el "tentámen" como decía la decana Beatriz Arboleda de Valencia y "totíamen" como decíamos las que no éramos tan disciplinadas.
Me gustaba su manera de ser: Sencilla, franca, alegre y sobre todo muy buena consejera. Nunca la vi triste a pesar de sus dificultades, siempre asumía una actitud positiva frente a los retos que le correspondió vivir.
Disfruté mucho de un encuentro casual con ella después de unos años de haber terminado nuestra profesión. Además pude comprobar que los proyectos de la comadre Rafaela se habían hecho realidad en poco tiempo y estaban en la época de la florescencia. Ella siempre soñaba con una familia numerosa y la tenía con su Pachi (así llamaba a su Esposo), soñaba con un jardín y tenía un colegio con todas las de la ley. Decía que siempre estaba de luna de miel con su Pachi, que era feliz, lo cual festejaba con alegría y daba gracias a Dios por la familia y por los logros alcanzados".
Del 15 de enero de 1968 hasta el 5 de marzo de 1973, fue profesora de la Normal Femenina de Fundamentos y Técnicas de la Educación, Seminario, Ayudas Educativas y Coordinación. Durante este tiempo, sus superiores, en varias ocasiones aumentaron su carga académica más de lo reglamentado a lo cual ella respondía con obediencia y gratitud. Llegó a tener salones de hasta 80 estudiantes por clase, le gustaba recibir niñas con el fin de que se educaran. Para Rafaela todo era enseñanza y agradeció a Dios haberle dado la oportunidad de tener salones con alumnas de más ya que ello le permitió adquirir mayor experiencia para servir mejor en su función como orientadora de maestros. Solía poner esto como ejemplo a todos los docentes y decirles que no es la cantidad de estudiantes sino la calidad con que le sirvas a cada uno de ellos lo que permite que la educación sea personalizada. Para ella "cuando el alumno falla, no hay maestro". Acotaba de manera vivencial que al servirles a todos, la primera beneficiada era ella en su función de Maestro.
Respecto a esto, la Maestra Rosa Margarita Barrios, una de sus adelantadas y constantes alumnas en la normal, comenta: "Rafa reconocía a cada una de sus alumnas en cualquier lugar con nombres completos, con sus fortalezas y debilidades, esto era algo que admirábamos mucho y nos agradaba y así mismo sembró en cada una de nosotras sus principios, pensamientos pedagógicos y ejemplo de vida y cuando descubría que alguna de sus alumnas no tenía la vocación para ser maestra le orientaba según sus capacidades y habilidades la profesión que debía seguir y fueron muchas las que hoy día le agradecían tan importante decisión".
Rafaela en la Normal superior se ganó el amor y respeto de sus estudiantes al punto que quisieron nombrarla Rectora, inclusive, realizaron marchas para ser escuchadas por la secretaría de educación. Sus alumnas de la promoción del año 1973 la recuerdan y expresan que era una mujer: "metódica, serena, paciente, responsable, perseverante, trabajadora incansable, entre otras virtudes que compendiaron su integralidad y su honestidad a prueba de todo, lo que la lleva a tener el honor de ser elegida por la comunidad educativa, para dirigir el mismo plantel con el nombre de Normal Superior Femenina, esto porque conocían su mente ágil para imponer orden, organización y ejecución por donde pisara, y su excelente preparación profesional, eran más que suficientes para alcanzar cargos de gran responsabilidad, como en ese momento lo requería la normal, la cual, pasaba por dificultades serias en vía de desaprobación, motivo por el cual nuestra promoción no pudo graduarse, sino el 6 de enero de 1973".
Rafaela al enterase de las manifestación que sus estudiantes hacían sin su conocimiento, les solicitó que desistieran de esa petición. Sus alumnas comenta que: "La cuestión se tornó abrumadora, y confusa, diferentes puntos de vista relacionado con la política parecían en contra vía del maestro apóstol, honesto, justo, prudente, presentaron oposición. Ante esta situación Rafaela quien desaprobaba, cualquier signo de frivolidades en el ámbito educativo, sobrevivió a los embates de los intereses políticos y el egoísmo profesional de sus contrarios, y fue la oportunidad aprovechada por Dios por su vocación de maestra apóstol a ser llamada para realizar Grandes ideales, aproximándola cada vez más a hacer realidad su proyecto de vida familia, el Jardín Infantil Juan Jacobo Rosseau y su principio filosófico "El hombre nace bueno y la Sociedad lo corrompe", y los versículos bíblicos 1 y 2 del salmo 1 "Bienaventurados los que no siguen el consejo de los impíos ni en grupos de necios toman asiento, sino que se recrean en la ley de Yahvé, susurrando su ley día y noche".
En 1973 Rafaela decide renunciar a la normal superior y del 5 de marzo al 1 de mayo de 1973 trabajó en el INEM "Lorenzo María Lleras" de Montería por servicios prestados. A partir del 2 de mayo del mismo año fue nombrada según resolución No. 1211 como consejera del INEM. Renunció el 20 de febrero de 1978.
En su paso por el INEM logro ganarse el amor de sus colegas por su disposición a enseñarles ampliamente sus métodos aplicados a la educación. Con relación a esto, la Directora del INEM, Nemesia Margarita Ayub Naranjo, en una misa celebrada en acción de gracias por su vida (Julio, 2012) expresaba: "La consideramos una mujer amplia y colaboradora, dispuesta a servir a la educación sin ningún interés, más que el del bien del estudiante".
Estando en el INEM, durante los sábados, junto con la Trabajadora Social, se iba de visita a los lugares cercanos a enamorar y motivar niños y jóvenes a educarse. Sabía que la educación es la base de la realización de todo sueño. Intrínsecamente su ser respiraba, aspiraba y transpiraba la palabra "Educación". Rafa trasmitía que todo sueño con educación, puede ser realizable: "Para todo existe un método de enseñanza aplicable, solo hay que enamorar a cada estudiante con aquel método que mejor se adecúe a la situación". Solía decir en un lenguaje coloquial: "hay que buscarle la comba al palo" porque "de cualquier palizá sale un lobo. Para ella todo ser humano tenía algo que dar, en lo que era único e irrepetible.